Un Perro a Hombros Ante un Miura

En 1958 se celebró el encierro más largo de la historia de los Sanfermines.Tuvo lugar en la mañana del 12 de julio, con reses de la ganadería sevillana de Miura.A su llegada a la Monumental,uno de los miureños permaneció sobre su albero durante, nada más y nada menos, que treinta largos minutos.Fue finalmente un perro pastor, el que condujo al de Miura a corrales.Así lo narraba el diario ABC, al día siguiente, en sus páginas: 

He presenciado muchos y muy diversos encierros pamplonicas. Ninguno como el de los miura de hoy. Entraron primero cuatro, entre ellos dos colorados. Sin incidentes, pasaron a los corrales. Llegaron dos negros que se quedaron atrás. Uno de ellos bien puesto de unos pitones con la pala muy blanca, se emplazó, desafiante. Inmediatamente entraron en acción los toreros que, provistos de capote, están en el ruedo para éstos y otros casos. El toro no obedeció a sus capotazos. Seguía emplazado, cada vez más altanero. Entonces, los mozos que habían permanecido a corta distancia del dísculo miureño le hostigaban a cuerpo limpio. ¡Y con qué ardoroso valor, sereno y consciente! Sin barullo. El toro, tras titubeos, se arrancó sobre uno. Cayó al suelo el mozo. El miura le tiró un gañazón sobre la marcha, que le desgarró la camisa, y continuó su carrera. El mozo se levantó ileso, brincando de alegría. Los gritos de angustia del copioso mujerío atronaron el aire. El toro volvió a su emplazamiento en el centro del ruedo, desdeñando los capotes. Los mozos se le acercaban más que los toreros. Inútilmente. El toro iniciaba una embestida, que frenaba en seguida. Los mozos se enardecían por momentos. Redoblaban sus gritos y ayes las mujeres, que empezaron a corear: ¡Fuera! ¡Fuera! Una, con voz estentórea, casi varonil, decía: “¡Dejarle, que lo que quiere es sangre, arracándose sobre seguro!” Transcurrieron cinco minutos de emocionante y magnífica porfía moceril. El toro se arrancó en tres o cuatro ocasiones sobre uno de los osados. ¡Estupendos cinco minutos, en los que demostraron su admirable temple de ánimo tanto y tanto mozalbete! Salieron los cabestros. Arroparon al miura. Tiraban de él. Como si no. El miura, terne que terne, en su sitio. Entonces, unos cuantos mozos fueron obligando a los restantes a replegarse a la barrera. Todos obedecieron, no porque flojease su asombroso valor, sino porque comprendieron que era necesario dejar actuar a los vaqueros con sus bueyes. Tras constantes intentos infructuosos, uno de los vaqueros apareció con un perro, diminuto, color canela, perro de pastor. El cual se dirigió al toro. Primero le ladró en la cara con gran descaro. El miura le hocicaba. El perro no se inmutaba. Comprendió que los ladridos eran como ladra a la luna y se fue a las patas traseras del miura, pegándole rápidos mordiscos, que le miura respondía a coces. ¡Pero, a buena hora iban a alcanzar al perro! Al fin, y a los veinticinco minutos de brega, con la muy decisiva colaboración del portentoso perrito, entró en los corrales. Un grupo de mozos cogió en hombros al perro y le dieron la vuelta al ruedo entre entusiasta ovación. 

Fuente: ABC, 13 de julio de 1958

Fotografía: fuente desconocida

Publicación original de la Página de Facebook:Miura La Leyenda.


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